Crónica I Barbudo Trail

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La segunda jornada de la Liga Regional de Carreras por Montaña nos esperaba. En esta ocasión era el turno de un principiante en el tema, Jumilla, donde se celebraba la I Barbudo Trail. El por qué de este nombre, pinchando aquí.

Representación C.D. Runtritón

Me tomaba esta competición como otro entreno con vista a la Ruta de las Fortalezas, por lo que la semana anterior estuve entrenando sin tener en cuenta los descansos necesarios antes de la carrera, y claro, el cuerpo lo notó.

La carrera dio salida desde el Salero Jumsal a unos 650 metros de altitud.

Tras más de 1,2 km de bajada continuada, nos adentramos en el Barranco del Infierno, terreno por el que comienza a sentirse un desnivel positivo y que, además, se hace muy difícil correr. En este tramo más bien trato de mantener el equilibrio y, a saltos, de piedra en piedra, trato de avanzar lo más rápido posible.

Una vez sales del barranco continuamos con una constante subida. Mi estrategia en esta carrera, en contra de otras, fue correr guardando fuerzas, consciente de lo que nos encontraríamos a mitad de carrera. Así que esta primera subida a la Madame la hice “un ratito a pie y otro caminando”, bueno y a ratos corriendo. Sin disfrutar mucho de las vistas, sí que en alguna ocasión levanté la cabeza y pude observar la estampa que nos dejaba la Sierra de El Carche.

Comparto esta primera subida con un par de corredores, uno de ellos nacido en Jumilla y otro que lleva 15 años allí pero es cartagenero, como el que escribe, y gracias a ellos administras mejor las fuerzas pues se conocen la zona y te dan referencias concretas, como que al llegar al Pozo de la Nieve la subida está llegando a su fin. Efectivamente, en unos minutos estábamos pasando a su lado y, en nada, encarando la última subida antes de llegar al refugio situado en el punto más alto de La Madama.

Con el cuerpo castigado, tras un acumulado de +793 metros de desnivel, comenzamos la bajada que nos lleva a encarar, por otro costado, la subida a La Madama. La primera parte del descenso es complicado, nos encontramos con una rampa de mucho desnivel que, unido al mal estado de mis Cascadia (vaya una compra…) y a la cantidad de piedra y tierra suelta, me lleva a caer en tres ocasiones, sin consecuencias, tres “culadas” como si estuviera en una pista de hielo y no pudiera aguantar la vertical… una vez pasado este tramo, el resto es coser y cantar, una bajada suave por sendero en su mayor parte, una transición cómoda antes del reto que nos esperaba a todos los corredores.

Cuando vas acomodándote en la bajada, y tu cuerpo empieza a pedirte marcha (más velocidad…), llegamos al comienzo de la segunda y última subida a La Madama que, a su vez, es una prueba paralela, el denominado Kilómetro Vertical, que en realidad son 2,4 kms con un desnivel de +700 metros.

A mitad de subida KM vertical

Inclinas el cuerpo hacia delante, manos en las rodillas o en las rocas… y hacia arriba, no queda otra, poco a poco, paso a paso vas ascendiendo y vas pasando a aquellos que se le hace insufrible la subida. De nuevo, como en la subida a Atalaya en el Portazgo, impresiona mirar hacia arriba y ver esa romería de gente ascendiendo, luchando por llegar a lo más alto, da igual el tiempo cronometrado, eso no importa, ya no, sólo interesa llegar arriba porque sabes que arriba acaba toda la dureza de esta prueba.

Hasta mitad de la ascensión, donde nos esperaba un Napoleón, muy cachondo él, que nos sacó unas risas, el cuerpo respondía bien, se notaba que había regulado con inteligencia en la primera ascensión.

Y así seguí, hasta que a falta de 100 metros de desnivel mi cuerpo comenzó a quedarse sin fuerzas y, sin necesidad de parar, sí que tuve que levantar el pie, mi cuerpo comenzaba a desplazarse más hacia los lados que hacia arriba… por más que veía el final muy cerca, cuando las fuerzas te abandonan y tu cuerpo dice basta, ante eso, poco puedes hacer más que apretar los dientes y seguir luchando.

Una vez alcanzado de nuevo el refugio de La Madama, me paro, respiro, como un poco, cuento hasta 10, y te tiras hacia abajo, sabes que no queda más que bajar (bueno, algún repecho quedaba pero eso ya no cuenta), así que trato de disfrutarla.

En la bajada nos espera un «cementerio de árboles», y es que durante unos cientos de metros estuvimos corriendo a través de una zona donde había miles de árboles sin hojas, retorcidos sobre sí mismos, cuyas copas tocaban el suelo. Un pasaje espectacular.

La carrera se acababa, así que alargo las zancadas. Sin apenas darme cuenta, dejamos el sendero de bajada y llegamos a la calzada que nos dejaba la meta a 100 metros. Un sprint final, pasas a un corredor, y como no te ha dado tiempo a pensar cómo celebrar tu llegada, levanto las manos y, a la vez, los dedos índice, como pude hacer cualquier otra cosa… simplemente, de nuevo, estaba orgulloso de acabar una dura carrera.

No puedo olvidarme de la organización, excepcional. La carrera perfectamente señalizada en todo momento, y los voluntarios dando ánimos sin cesar. Chocolate y café para entrar en calor antes de la carrera, música en directo y comida para los familiares de los corredores mientras se disputaba la prueba, bolsa del corredor brutal, incluida botella de vino y una camiseta muy original, y, por si fuera poco, tras una coca cola, un plátano y unas golosinas, fui a por una cerveza a la que acompañaron un generoso plato de macarrones con tomate, mejor imposible.